Kevin y Héctor no vienen al cementerio de Cocorná a visitar la tumba de su padre. Están aquí porque esperan conocerlo. Conocer su cuerpo, conocer sus huesos. Imaginar que las escápulas, los fémures, las costillas, las tibias y los peronés alguna vez le dieron vida a Miguel.
Hace casi veinte años, en los primeros días de mayo de 2004, Miguel llamó a su mamá. Le dijo “mamá, tengo ganas de irme para allá. Esto está muy caliente”, “¿Por qué no consigue el pasaje y se viene?” “Voy a buscar”. Un par de semanas, tal vez un día más un día menos, recibieron la llamada de un inspector de policía. Les dijo que “Miguelucho” había muerto, lo habían matado, para ser precisos, en el pueblo en el que llevaba poco tiempo trabajando.
Kevin tenía año y medio, mientras que Héctor solo tenía siete meses. Dicen que no conocieron al papá. No tienen recuerdos de él, solo historias que les han contado, reforzadas por las fotos familiares. Los acompaña su abuela, la mujer de 73 años que siempre hizo de madre desde antes de la muerte de Miguel; también un tío, un hombre que recuerda a Miguel cuando se fue de Remedios (Antioquia) luego de la separación de quien fue su pareja y madre de los dos muchachos.
La familia no conocía Cocorná. El tío dice que era imposible venir a este municipio hace veinte años, por lo peligroso, por el conflicto armado, por los actores que se disputaban cada centímetro de tierra, cada litro de agua. “Nosotros creíamos que lo habían matado por forastero y no por una ejecución extrajudicial”, señala al describir la llamada de una institución judicial. Les informaron del caso y de la investigación que hoy se adelanta.
¿Cuánto medía Miguel? Entre 1.70 y 1.75. ¿Cómo eran sus dientes? Tenía una prótesis en los incisivos del maxilar superior. ¿Tenía calzas? Yo ya no recuerdo, dice la abuela.
Junto al cuerpo recuperado, conversan antropólogos, criminalistas, topógrafos, médicos y odontólogos forenses. Después de un momento llaman a la familia. La odontóloga forense pregunta cómo Miguel perdió los dientes. “No fue un accidente. En ese tiempo si se dañaban, los sacaban”, responde el tío. Un antropólogo pregunta a qué se dedicaba. Le dicen que era trabajador en fincas, en potreros. También recogía café, hacía oficios varios.
El médico forense les dice que después de mirar el examen medicolegal que le practicaron al cuerpo en 2004, “podemos ver varios elementos que son coincidentes. Para tener la certeza hay que hacer el cotejo de muestra biológica”. Aunque el cuerpo parece corresponder al de Miguel, la familia tendrá que esperar los resultados del cruce que Medicina Legal hará del ADN de la abuela y del cuerpo.
Es la esperanza de Kevin y Héctor. Decir que conocieron el cuerpo de su padre. Decir que no crecieron con él, pero acá están ellos a la espera de la confirmación de identidad para llevarlo de nuevo a Remedios y decir: ese cuerpo es el de nuestro papá.
Así avanza la intervención del cementerio de Cocorná
Durante 12 días, entre el 20 de noviembre y el 2 de diciembre, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) finalizó la primera fase de la intervención del cementerio de Cocorná, en el Oriente antioqueño. Se recuperaron 38 de los 73 cuerpos no identificados (CNI) que se estima se hallan en este camposanto.
De acuerdo con Paola Chavarro, antropóloga forense de la Unidad de Búsqueda, “dentro del Plan Regional de Búsqueda se pudo identificar que el de Cocorná es el segundo cementerio con mayores lugares de interés forense en cuanto a cuerpos no identificados (CNI) y cuerpos identificados no reclamados (CINR). Es importante esta intervención porque es la primera grande en el oriente de Antioquia y permitió identificar algunas temporalidades que han sido importantes dentro del desarrollo del conflicto en la zona”.
Por otro lado, es la primera vez que en el Oriente antioqueño se implementa una nueva metodología de intervención. El médico forense Carlos Granados dice que quieren “establecer si los cuerpos que estamos observando corresponden a los mismos a los cuales se les practicó una necropsia medicolegal, para agilizar procesos e impactar en los cuellos de botella que implica la recuperación.” Por eso, agrega, están haciendo “una verificación in situ, tomando muestras óseas, verificando si existe correspondencia en edad, sexo, talla, características odontológicas, prendas, pertenencias y otras evidencias” que apoyen la búsqueda.
Para garantizar las condiciones de conservación y de seguridad de los cuerpos, a estos se les implantó un chip, que también utiliza Medicina Legal, para evitar que se mezclen con otros cuerpos y los profesionales tengan la trazabilidad de lo que les ha pasado.
Si bien la intervención está respaldada por una investigación de tres años, el equipo de la Unidad de Búsqueda se enfrentó a algunas dificultades que caracterizan a los cementerios. Algunas bóvedas estaban marcadas con información errónea que no correspondía a víctimas del conflicto; en otros casos, las tumbas habían sido profanadas y trasladadas de nuevo dentro del cementerio. Incluso, algunos cuerpos no identificados fueron trasladados de su lugar original de inhumación, situación que dificulta el hallazgo de cuerpos desaparecidos en los años 90 y 2000.
“Muchas veces la parroquia o los administradores de los cementerios no llevan la trazabilidad de los cuerpos. Hay bóvedas marcadas como PNI (Personas No Identificadas) que han sido utilizadas para personas de hogares geriátricos o personas en condición de calle”, dice la antropóloga Chavarro. Señala que los escenarios más complejos son anteriores a los años 2000, pues no existe mucha información sobre los cuerpos, las marcaciones de los cementerios han cambiado y muchos cuerpos han sido trasladados a sitios que los investigadores están tratando de determinar.
El cementerio de Cocorná tiene, además, 157 cuerpos identificados no reclamados (CINR), el primero de toda la subregión, personas que nunca fueron entregadas a sus familias. De los CINR, al menos 50 casos se relacionan con muertes violentas, de las cuales algunas pueden corresponder a personas que alguna vez fueron reportadas desaparecidas. Dos de estos cuerpos con esta particularidad fueron recuperados en la primera fase.
A pesar de las dificultades que acompañan la búsqueda, la UBPD espera continuar con la segunda fase de la intervención del cementerio de Cocorná en el primer trimestre de 2024.