Tulia* recibió una llamada que removió recuerdos que parecían detenidos en el tiempo. Le hablaron de un cuerpo que podría corresponder al de su hija, desaparecida hace más de dos décadas en Boyacá. La ubicación: los alrededores de la represa de Chivor.
Amparo* tenía 16 años cuando tomó la decisión de marcharse de su casa, en el noreste de Cundinamarca, con el propósito de encontrar un trabajo que le permitiera apoyar económicamente a su familia y especialmente a su padre enfermo, ya que los recursos de la familia eran insuficientes para un tratamiento médico que requería.
La última vez que se supo de ella fue en 2003. La joven había viajado al municipio de Garagoa, en Boyacá, invitada por una amiga. El contacto se mantuvo hasta la muerte del padre. El silencio que vino después se prolongó por más de 20 años.
La desaparición de Amparo no fue un hecho aislado en el marco del conflicto armado. La región que bordea la represa de Chivor fue escenario de hechos asociados a la violencia entre los años 80 y la primera década del 2000.

La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) comenzó a operar en 2018, como parte del Sistema Integral para la Paz, creado tras el Acuerdo firmado en 2016. Su mandato es humanitario y extrajudicial: liderar la búsqueda de quienes desaparecieron en el contexto del conflicto armado, aliviar el sufrimiento de sus familias y contribuir al restablecimiento de sus derechos a la búsqueda, la verdad, la reparación, la no repetición y la paz.
En Boyacá, la UBPD abrió sus puertas en julio de 2024, caracterizando sitios de interés forense y generando espacios de construcción de confianza a través del contacto con los habitantes y las comunidades del territorio.
Precisamente, la zona que bordea a la represa de Chivor es uno de los lugares en los que la Unidad de Búsqueda ha desplegado la investigación humanitaria en Boyacá. Puntualmente, en el sector sobre el río Garagoa o Batá, en el sitio conocido como La Esmeralda, donde se conoce que fue vista por última vez Amparo* antes de su desaparición.
El hilo de la investigación comenzó tras una visita realizada por el equipo de la Unidad de Búsqueda en Boyacá al municipio de Macanal, en compañía de la parroquia. Se localizaron 11 posibles sitios de interés forense en el cementerio del pueblo, lo que llevó al equipo a diseñar una estrategia de contacto con los habitantes de la región, así como con instituciones.

La investigación avanzó a partir de testimonios, archivos y expedientes judiciales. Se construyeron hipótesis de identidad sobre algunos cuerpos inhumados sin nombre. Javier Ayala, investigador de la UBPD, lo resume así: «La información nos llevó a entender que en el cementerio de Macanal podrían estar las estructuras óseas de algunas personas desaparecidas, así fue como centramos nuestros esfuerzos en esa zona».
Posteriormente, bajo la dirección del antropólogo forense Francisco Ramírez Pío, un equipo especializado intervino el camposanto y recuperó ocho cuerpos. En uno de ellos, el acta de levantamiento conservaba, escrito a lápiz, un nombre: Amparo.
Para avanzar en el procedimiento de verificación de correspondencia de información post mortem, la UBPD, a través de su equipo interdisciplinario, comparó la información de archivo con la evidencia forense recolectada.
En algunos casos, las coincidencias permitieron confirmar identidades y reinhumar con certeza. En otros, los hallazgos no fueron concluyentes, lo que abrió nuevas líneas de análisis, incluidos perfiles genéticos y cotejos en curso con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.

Uno de los hallazgos más significativos fue la localización de la madre de Amparo. La búsqueda de Tulia se activó gracias a la colaboración entre instituciones y al cruce de datos con la Fiscalía, la Registraduría y entidades del sistema de salud. Diego Callejas, analista del equipo territorial, logró contactarla en Bogotá. Después de una conversación prolongada, Tulia accedió a la toma de muestra genética.
Este proceso se desarrolla a partir del Plan Regional de Búsqueda del Oriente de Boyacá, La Libertad, Lengupá y Neira y del trabajo conjunto con instituciones y comunidades. Esta articulación ha permitido avanzar en la localización e identificación de personas desaparecidas en el departamento. En Boyacá, más de 1.400 siguen pendientes de ser encontradas.
La región avanza en un proceso de búsqueda humanitaria y extrajudicial. Recuperar cuerpos es una tarea central, pero también lo es acompañar a quienes han esperado durante años. La historia de Tulia y su hija da cuenta de ese tránsito silencioso entre la espera y la respuesta.
*Hemos cambiado los nombres de las personas en el artículo para proteger su identidad.