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Manizales | Caldas

julio 10, 2025

Cofres de la dignidad: cuando la madera guarda memoria

En un pequeño taller de carpintería en algún rincón de Manizales, el sonido de las sierras, los martillos y la lija no era el de una simple fabricación. Era el eco de un pasado violento buscando redención. Allí un grupo de hombres, muchos sin experiencia previa en carpintería, se reunían cada semana para dar forma a algo más que madera: construían memoria, tejían dignidad y reconciliación.
En un pequeño taller de carpintería en algún rincón de Manizales, en Caldas, el sonido de las sierras, los martillos y la lija no era el de una simple fabricación. Era el eco de un pasado violento buscando redención.
Imagen: Comunicaciones UBPD

«Querido sobreviviente: el sol no vuelve siendo el mismo. Sentado, quizás, en el pórtico de la tristeza, anhelaste ver a aquel que se fue y no regresa siendo el mismo o quizás ni siquiera siendo. Pero hoy regresa, la espera completó su camino y ahora yo te digo: aquí recibes un maestro que en su ausencia te enseñó a no rendirse, a tener paciencia y, sobre todo, a entender que los caminos nunca son los mismos.

Mis manos causaron dolor a alguien como tú, alejé de sus manos a un ser querido porque solo pensaba en mí. Fui egoísta y egocéntrico y no puedo sanar tu dolor con mi miseria, pero busco que recibas dignamente lo que te quitaron, lo que alguien como yo te negó alguna vez… ¡Lo siento mucho!

No quiero que más personas pasen por esto».

Felipe Andrés Ramírez Gómez, compareciente de la Fuerza Pública.  

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En un pequeño taller de carpintería en algún rincón de Manizales, el sonido de las sierras, los martillos y la lija no era el de una simple fabricación. Era el eco de un pasado violento buscando redención. Allí un grupo de hombres, muchos sin experiencia previa en carpintería, se reunían cada semana para dar forma a algo más que madera: construían memoria, tejían dignidad y reconciliación.

Los llamaron ‘Cofres de la dignidad’, pero su nombre apenas alcanza a describir todo lo que representan. No fueron encargados por una funeraria ni pensados como un producto comercial. Son el resultado de un proceso restaurativo, profundamente humano, en el que antiguos actores del conflicto armado —particularmente comparecientes de la Fuerza Pública— decidieron poner sus manos, alguna vez armadas, para transformar la violencia en respeto.

«Este trabajo me ayuda a devolverle, de forma digna, a algunas personas algo que nosotros les hemos arrebatado», confiesa Felipe Ramírez, uno de los comparecientes. Él es uno de los 21 hombres que participaron en esta labor silenciosa y simbólica, cargada de reparación.

El taller no solo fue un espacio de trabajo manual, sino también un lugar de encuentro entre el pasado y el presente, entre víctimas y quienes un día representaron al Estado en medio del conflicto armado.

En un pequeño taller de carpintería en algún rincón de Manizales, el sonido de las sierras, los martillos y la lija no era el de una simple fabricación. Era el eco de un pasado violento buscando redención. Allí un grupo de hombres, muchos sin experiencia previa en carpintería, se reunían cada semana para dar forma a algo más que madera: construían memoria, tejían dignidad y reconciliación.
Foto: Comunicaciones UBPD

Diana Patricia Quiceno, representante de la Mesa de Víctimas del municipio de Risaralda (Caldas), acompañó este proceso y no ocultó lo que significó para ella: «Siendo uno de los hechos más dolorosos que dejó el conflicto, es importante reconocer que hay personas que le están apostando al proceso de paz. El encuentro, la sensibilización, la palabra… Todo esto lo recibimos como sobrevivientes, con aceptación. Porque construir país requiere que todos trabajemos en ese tejido social que tanto necesitamos».

Cada cofre encierra mucho más que un cuerpo: contiene respeto, humanidad, reencuentro, conciencia. Son piezas talladas con manos y corazones que buscan reconciliarse, no solo con las víctimas, sino también consigo mismos.

Para Héctor Alejandro Cabuya, compareciente y líder del proceso ‘Verdad y Perdón’, esta experiencia significó dar un paso más allá del cumplimiento judicial. «La comparecencia no puede quedarse solo en ir a la Jurisdicción Especial para la Paz a hablar o firmar. La parte restaurativa comienza desde la sanación interna. Construir estos cofres fue también buscar ese perdón dentro de nosotros mismos».

En un pequeño taller de carpintería en algún rincón de Manizales, el sonido de las sierras, los martillos y la lija no era el de una simple fabricación. Era el eco de un pasado violento buscando redención. Allí un grupo de hombres, muchos sin experiencia previa en carpintería, se reunían cada semana para dar forma a algo más que madera: construían memoria, tejían dignidad y reconciliación.
Foto: Comunicaciones UBPD

El acto de entrega fue íntimo y cargado de simbolismo. 21 cofres fueron recibidos por Luz Janeth Forero Martínez, directora de la Unidad de Búsqueda. No solo se trataba de objetos de madera, sino de la posibilidad de que 21 familias pudieran recibir a su ser querido de manera digna, con la solemnidad que la memoria y el dolor merecen.

«La construcción de estas urnas no fue un proceso mecánico», expresó Forero durante la ceremonia. «Es un proceso que dignifica a quienes han aportado a la verdad, pero también a quienes serán finalmente hallados y reconocidos. Porque la búsqueda no es solo encontrar: la búsqueda también es memoria, es justicia, es verdad y es reconciliación. En este proceso se conjugaron todas esas sensibilidades».

Así, en un pequeño taller de Manizales, donde antes no había más que clavos, serruchos y tablas sin forma, hoy queda el eco de una historia que comenzó con dolor, pero que eligió continuar por el camino de la restauración.

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