El Cementerio Central de Palmira está dividido en dos: un espacio convencional al que acuden las familias del municipio para visitar a sus seres queridos fallecidos y otro, separado de las visitas frecuentes, conocido como ‘el Patio del olvido’, un jardín apartado donde por años se inhumaron cuerpos sin identificar o personas fallecidas en el contexto del conflicto armado que no fueron reclamadas por sus familiares.
Ese espacio silencioso resume parte de la historia reciente de Palmira, un municipio que tiene cerca de 313 personas en el universo de desaparecidos, convirtiéndolo en un punto de interés para la búsqueda dentro de la geografía del Valle del Cauca. Durante décadas, el Instituto Nacional de Medicina Legal fue la entidad encargada de inhumar en este cementerio a quienes murieron en circunstancias violentas, muchas veces sin nombre o sin acompañamiento familiar. Con el paso de los años, esos cuerpos terminaron en el ‘el Patio del olvido’, sin registros claros y con escasas garantías de preservación.
Ante este panorama, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) lo identificó como un lugar clave para iniciar un proceso de recuperación. La tarea no ha sido sencilla, pues implica abrir un camino que requiere procesos técnicos y forenses para garantizar la identidad, el resguardo, el cuidado y, finalmente, la entrega a las familias que esperan respuestas. En dos fases de trabajo, la Unidad de Búsqueda ha logrado recuperar 72 cuerpos de interés forense que podrían corresponder a personas desaparecidas en medio del conflicto armado.
«Con toda seguridad, va a ser un lugar muy importante para poder resguardar con toda la dignidad posible todos esos cuerpos, todas esas personas que podemos encontrar en nuestro ejercicio de búsqueda de los desaparecidos que, en este momento y desafortunadamente, en el Valle del Cauca asciende a cerca de 9.000 personas. Entonces, es un espacio fundamentalmente de encuentro y reconciliación donde se concreta la búsqueda de los desaparecidos», especificó la directora de la UBPD, Luz Janeth Forero Martínez.

Para salvaguardar los cuerpos recuperados mientras avanza el proceso de identificación y búsqueda de familiares, firmantes del Acuerdo de Paz, integrantes de la Corporación Humanitaria Reencuentros; miembros retirados de las fuerzas armadas comparecientes ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que forman parte de la fundación Comité para la Reconciliación; y familiares de víctimas, que se agrupan en la Corporación para el Desarrollo Regional, se reunieron en Palmira y propusieron la construcción y adecuación de 600 osarios para garantizar el cuidado y la preservación digna de los cuerpos recuperados por la Unidad de Búsqueda.
Esta iniciativa fue canalizada a través de la Pastoral Social de la Diócesis de Palmira y el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Secretaría de Paz de la Gobernación del Valle del Cauca y la Alcaldía de Palmira, que han servido como puente entre estos sectores históricamente distanciados.

«Iniciativas restaurativas como esta, en el cementerio de Palmira, son fundamentales para alivianar el dolor de las víctimas, para contribuir con la reparación de los daños causados y para honrar la memoria de aquellas personas que han sido desaparecidas. Y, desde el PNUD, con el apoyo de donantes como la Embajada de Suecia en Colombia, seguiremos apoyando y acompañando técnica y financieramente a organizaciones de la sociedad civil como las que participan en este proyecto, el cual es un ejemplo en materia de construcción de paz y reconciliación», dijo Claudio Tomasi, representante residente del PNUD en Colombia.
Los osarios simbolizan una posibilidad de avanzar como sociedad hacia la construcción de acuerdos mínimos, aun en medio de las heridas abiertas del conflicto armado, ya que antiguos combatientes, exintegrantes de la fuerza pública y familias lograron trabajar juntos para dar forma a este proyecto.

Hoy, en el ‘el Patio del olvido’ del Cementerio Central de Palmira, la historia empieza a cambiar. Lo que antes era un espacio relegado, destinado al anonimato y al silencio, se transforma poco a poco en un lugar de memoria, resguardo y esperanza, cuya razón de ser es la búsqueda de las personas dadas por desaparecidas, en pro de su dignidad y respeto.