- Desde 1993 una familia buscaba a su ser querido desaparecido. Esa labor estuvo liderada por una hermana, quien falleció en el proceso, y uno de sus hijos.
- Con la información que la familia aportó y gracias al acompañamiento de una organización civil, la UBPD desarrolló una investigación humanitaria y extrajudicial que permitió la recuperación de un cuerpo; y tras el análisis genético de Medicina Legal, se logró establecer que corresponde a la persona que era buscada.
Bogotá, 13 de septiembre de 2023 – @UBPDColombia – En la mitad del salón, ante los ojos de todas y todos, brotó del suelo una gran mandala en forma de árbol que se podía ver desde las raíces hasta las últimas hojas de la copa. Y regados, como si fuesen ramas y frutos, estaban algunos objetos que recordaban a Antonio* y la tía María*: unas fotos de los dos y de sus padres, comida, un ajedrez y una libreta.
Allí también se colocaron prendas de vestir como los sombreros que le gustaban a Antonio y unos pétalos de rosas amarillas, el color preferido de María. Estos hermanos ya no están con vida, pero hoy son la semilla de ese árbol.
La historia de Antonio
Siendo muy jóven, Antonio ingresó a las filas de un grupo armado y en medio de la intensidad del conflicto jamás perdió el contacto con su familia. Incluso, él logró ser padre y mantener su rol de amigo y consejero, como lo rememoran sus hijos, hijas y sobrinos.
“Siempre nos dijo que no escogiéramos ese camino”, cuenta Inés*, hija de Antonio, al recordar uno de los tantos consejos que le dio a ella y a su hermano Mauricio*.
Un día de mayo de 1993, recordó Mauricio, le dijeron a su abuela, su mamá y sus hermanas y hermanos que al parecer Antonio, quien por entonces tenía 40 años, había muerto en un combate con el Ejército Nacional y que su cuerpo fue llevado a un municipio del Casanare. Esa información no la recibieron de manera oficial sino a través de un comerciante que conocían.
Mauricio era un adolescente cuando le dieron esa noticia. Él creció y se hizo adulto -llegando a superar la edad de Antonio- con la carga de la ausencia y la tristeza por desconocer el paradero de su padre.
La tía María también se enteró de lo ocurrido. Al ver el dolor de su madre y del resto de su familia, ella se hizo una promesa: buscar a su hermano hasta saber la verdad de lo que le había pasado y el lugar donde se encontraba.
Así ocurrió.
El camino de la búsqueda
“Son emociones encontradas porque desafortunadamente mi mamá no puede estar físicamente con nosotros. Ya se fue, pero yo sé que está acá”, dijo Marta*, hija de María, en el salón donde brotó el árbol. En otra parte de ese espacio la evocaron a través de una foto donde sonreía, un ramo de rosas amarillas y una vela blanca encendida.
María se empeñó durante 30 años en encontrar el cuerpo de su hermano dado por desaparecido. Lo hizo hasta el último instante de su vida. Al mismo tiempo, Mauricio recopiló la información que pudo conseguir de a poco sobre el caso: quizás Antonio estaba sepultado en un cementerio abandonado, quizás fue inhumado junto con otras personas como le indicó una mujer que también buscaba a un ser querido, quizás era una de las muertes que la fuerza pública había reportado y que aparecieron en las noticias locales de la época.
Quizás Mauricio andaba el camino correcto de la búsqueda de su padre.
Debido al deterioro del cementerio donde podría hallarse el cuerpo de Antonio y por los riesgos de seguridad que representaban su búsqueda y recuperación, la familia recibió el acompañamiento en ese proceso por parte de la Corporación Claretiana Norman Perez Bello. En 2021, con la esperanza de que el Acuerdo de Paz de 2016 facilitara encontrar a su padre, Mauricio acudió inicialmente a la Jurisdicción Especial para la Paz -JEP- y luego a la oficina en Bogotá de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas -UBPD-.
Él presentó la solicitud de búsqueda, aportó los datos que recogió acerca de la desaparición de su padre y la UBPD comenzó la investigación humanitaria y extrajudicial. En 2022, llenos de anhelo por ponerle fin a una larga tristeza familiar, María, Marta y un equipo forense de la UBPD viajaron hacia un cementerio del Casanare donde estaría el cuerpo de Antonio. Mauricio no pudo ir debido a los riesgos en su seguridad que implicó esta búsqueda.
“Fue una experiencia bonita porque por primera vez con mi madre montamos en un avión para viajar al Casanare y llegar hasta el punto donde teníamos la indicación. Fuimos con miedo, la verdad. Pero la UBPD nos dio apoyo, esperanza y confianza. A los del equipo pudimos sentirlos como de nuestra familia porque no era solamente nosotros los que buscábamos, ellos también”, comentó Marta sobre las calurosas y extenuantes jornadas de trabajo forense en el camposanto para recuperar el cuerpo.
Esa primera actividad no arrojó los resultados esperados. Pero desde Arauca la UBPD continuó el proceso de investigación con el que por segunda vez se estableció una nueva hipótesis del paradero de Antonio en el mismo cementerio. Se organizo un nuevo viaje, aunque en esta ocasión ni María ni Marta pudieron asistir para acompañar la búsqueda.
Desde Bogotá, tejiendo en memoria de Antonio, sus familiares participaron del proceso. Hubo conexiones virtuales cada hora en las que el equipo de la UBPD les mostraba en tiempo real cómo se iba desarrollando la intervención y les explicaba el proceso forense. En esa acción humanitaria se recuperaron dos cuerpos, pero aún no se tenía certeza de si uno de ellos correspondía a su ser querido desaparecido.
Sin embargo y pese a la distancia, María reconoció desde lo más profundo de su corazón que uno de esos cuerpos recuperados en medio de la tierra, el polvo y el paso del tiempo en el Casanare era el de su hermano. Sintió que le cumplió la promesa a su madre.
Una canción que lo evoca
“Viven en mí los recuerdos de niño,
cuando a una estrella deseaba.
Como recuerdo a mi padre,
que con eso sonreía”.
Steven*, el más pequeño de la familia, cantó en el salón ‘Cuando yo quería ser grande’ de Vicente Fernández. A su lado y de pie, Mauricio lo miró conmovido por su interpretación de la ranchera. Detrás de ambos estaba un cofre con el cuerpo de Antonio. Y a la derecha de los tres, sonriendo, la foto de María. Ella murió a finales de 2022 y no alcanzó a recibir el resultado del análisis genético del Instituto Nacional de Medicina Legal para reconfirmar lo que supo al instante tras la segunda intervención en el cementerio: encontraron a su hermano.
Pero la presencia de María no se limitó a la fotografía que la familia llevó al espacio. Estuvo en la promesa que su hija le hizo; en ese árbol en forma de mandala que simbolizó la vida; en cada uno de los mensajes que escribieron sus hijas, sobrinos, nietos y amigos; en los abrazos que se dieron unos con otros; en los silencios mientras la pensaban; en las canciones que interpretó Steven; en los pétalos y las rosas amarillas; en un helecho que recordaba el amor que sentía por las plantas, porque era una cuidadora de la vida.
“Este no es el final”, tomó la palabra Mauricio, a un costado del árbol de la vida. “Ellos, mi papá y mi tía, son la semilla del árbol de esta familia que crece”.
Luego del homenaje en el salón y después de una sentida misa católica presidida por el padre jesuita Javier Giraldo, quien ha impulsado la búsqueda de las personas dadas por desaparecidas en Colombia, el cuerpo de Antonio fue llevado a un cementerio de Bogotá donde esta vez, de manera digna, fue inhumado en un osario. Le instalaron una lápida con su nombre y una frase que simboliza su lucha y que reconoce su historia.
Así concluye la búsqueda del cuerpo, pero pervive la búsqueda de la verdad.
* Se cambiaron los nombres para proteger la identidad de la familia.